Se editó en 1963 en la casa
Columbia. Se trata de un single con cuatro cantes: Cantiñas con Mirabrás,
Seguiriyas, Soleares y Fandangos. Las guitarras que lo acompañan son las de
Paco Aguilera y Félix de Utrera. No me consta que estos cantes hayan sido
reeditados ni en vinilo ni en CD. Este disco lo adquirí hace varios años en
Sevilla, cuando estuve viviendo allí, en el mercado dominical del Charco de la
Pava. De allí lo liberé, tristemente mezclado entre discos de los géneros musicales
más dispares. Recuerdo que cuando se lo mostré a mi padre, me confirmó
gratamente sorprendido que aquel disquito fue lo primero que grabó Chocolate.
El primer corte corresponde a las
cantiñas del Pinini que Mairena había grabado unos años antes, seguidas de un
mirabrás, resueltos ambos estilos de un modo bastante personal, con el
temperamento que le era propio a Chocolate y que tanto lo ha caracterizado.
Continúa con las seguiriyas de
Triana de Cagancho y Frasco el Colorao, siguiendo el modelo definido por Tomás
Pavón. Posiblemente sean las primeras seguiriyas grabadas de este estilo que
siguen fielmente la versión del cantaor de la Alameda.
Igualmente, las soleares de
Joaquín el de la Paula y de Frijones siguen fielmente la versión tomasera. Se
puede observar en este cante la peculiar forma con que Chocolate se recreaba en los
bajos, de un modo tan singular que no tuvo parangón.
Cierra el disco un par de fandangos
naturales, ambos flamenquísimos. En el segundo de ellos se puede apreciar
cierto regusto caracolero, aunque lo desarrolla y lo encamina de manera muy
personal. Conviene advertir que en esos momentos la flamencología dominante había
proscrito cualquier estilo de fandango natural que no fuera el de Manuel Torre.
El presente disco es una buena muestra de lo que fue el cante de Chocolate. Un cantaor libre que no se
sujetaba a imposiciones que no fueran las de su gusto. A lo largo de su
discografía igual hacía un cante de Varea o unas soleares alfareras, que unos
fandangos de Aznalcóllar o las jotas por bulerías de Canalejas, o igual
introducía unas cantiñas cordobesas junto a unas romeras sin mayor problema.
En modo alguno hubo concesiones por su parte a los dictámenes de la flamencología recién instaurada. Tal
fue Chocolate. Y esa valentía de interpretar lo que le viniera en gana se
trasladó felizmente a la enjundia de la ejecución en sus cantes. Posiblemente por ello fue
único y siempre lo seguiremos admirando.
Descárguense, si lo desean, el
disco en el enlace de abajo y disfrútenlo, que bien lo merece el arte del
maestro jerezano en este décimo aniversario de su desaparición física, aunque no
artística por fortuna para la afición.